UPS... Renuncié otra vez (parte 1)

Era 2018 y hacía 6 meses que trabajaba en una clínica de oncología como administrativa del laboratorio. Me acuerdo el día que me llamaron para una entrevista… habían recibido mi Curriculum por uno de esos portales de empleo. Hacía varios meses que estaba en la búsqueda de «el trabajo en relación de dependencia que me sacara de mis deudas» y había tenido un par de entrevistas, pero ninguna propuesta me seducía lo suficiente, y es que después de tanto trabajo interno que tenía hecho no iba a aceptar menos de lo que creía que merecía. Mis pretensiones eran claras y no negociables: trabajar de lunes a viernes 8hs., por no menos de $20000.-. En ese momento lo máximo ofrecido en el rubro era $16000.- trabajando mínimo sábado por medio. Todo indicaba que me tenía que buscar otra cosa o me conformara. Hasta que me llamaron de SF (vamos a mantener el nombre del lugar bajo estas siglas). Cuando llegamos al  momento de la llamada: «te interesaría tener una entrevista?», hice la pregunta cuya respuesta era lo único que necesitaba escuchar para saber si realmente valía el viaje y mi tiempo, y la respuesta me sorprendió: «20mil en mano y a partir del mes que viene trabajan solo de lunes a viernes». YENDO.

Pasé las entrevistas, preocupacionales y toda la ceremonia previa que implica un trabajo en blanco en Argentina, y semanas después, estaba adentro. Contenta por saber que iba a poder empezar a pagar mis deudas y dejar de padecer la falta de plata, al mismo tiempo que, no tan consciente de ello, enojada y triste por sentir que otra vez, perdía mi libertad.

Sé que para algunas personas suena drástico, como sé también que muchas otras saben exactamente a qué me refiero. Para mí no tener un horario impuesto por otro, es libertad. Elegir qué quiero hacer con mi día, es libertad. Poder diagramar mi semana de acuerdo a MIS necesidades y deseos, es libertad… y cuando entré a SF, perdí gran parte de ella.

A medida que pasaban las semanas, todo se iba volviendo más rutinario. El viaje en colectivo, el camino de la parada hasta el trabajo, cambiarme, fichar, sentarme, trabajar, almorzar, trabajar, salir,  caminar, viajar. Empecé a darme cuenta que estaba otra vez inmersa en el mismo sistema que me había hecho renunciar varios meses atrás… pensando que esta vez iba a ser diferente.

Y si, era diferente. No lo sabía todavía pero ese fue mi último trabajo en relación de dependencia. La última vez que mis días y horarios los decidía otro, la última vez que negociaba mi sensación de libertad.

Entré a trabajar en Octubre. Pasaron las fiestas, llegó el calor, el insufrible enero en Buenos Aires. A la vista, estaba «cómoda». El horario era «cómodo». Me levantaba a eso de las 6am pero a las 3:40pm ya estaba en mi casa. El sueldo era muy bueno en relación a lo que se podía esperar del tipo de trabajo, y el ambiente estaba bien. A la vista, estaba bien. Internamente, no tanto. Agradecía las cuadras que caminaba de la parada al trabajo porque me permitían mentalizarme… me acuerdo que en el camino había varios símbolos que los sentí siempre una señal, como un mensaje, «tranquila… vas bien», entre ellos un OM y otro símbolo budista que significa «propósito». Y aprovechaba el viaje para escuchar audios de Esther Hicks canalizando a «Abraham», hablando de la ley de atracción, el Universo, y el poder de estar presente en el aquí y ahora, aunque ni ahí ni «ahora» era donde quería estar.

Un día, fui a trabajar. No puedo decir que era un día como cualquier otro porque en realidad estaba trabajando doble turno. Se venía un fin de semana largo y aprovechando que había un horario por cubrir, me quedé haciendo horas para poder tomarme un día más… porque siempre mejor un día menos ahí. Estaba cubriendo el horario noche que era hasta las 20hs. El laboratorio estaba adentro de la clínica, sin entrada/salida directa a la calle. La clínica tenía seguridad y cámaras por todos lados, incluido el laboratorio. En un momento de mucho trabajo, sola y un poco colapsada, se me acerca un hombre a la recepción explicándome que venía a arreglar unas luces, que tenía que dejarlo pasar…

Parte 2

Se me acerca este hombre en medio del caos del fin de la tarde y cierre de guardia, pidiéndome acceso al laboratorio. Acceso que solo yo podía darle ya que la puerta tenía seguridad y se abría desde adentro. No sé si porque mi mente estaba tan enfocada en el trabajo o porque su aspecto y actitud no me levantaron sospecha, pero por algún motivo lo dejé pasar.

El señor comenzó a revisar algo en el techo detrás de donde yo estaba trabajando. No veía exactamente que estaba haciendo pero sentía a mis espaldas cómo se subía a una silla y se movía con la confianza de alguien que conoce el lugar y sabe lo que está haciendo. A los pocos minutos me pide mi teléfono para usar como linterna, después de darle varias vueltas, termino desistiendo y se lo doy pero sin despegarme de donde estaba usándolo. Me lo devuelve agradecido y sigue con «su trabajo». En ese momento empieza a sonar el teléfono y el trabajo se acumula… el trabajo en el laboratorio era así. En un instante pasabas de mirar el techo a no dar abasto, sumado a que siendo la primera vez que me quedaba de noche, no estaba tan familiarizada con las tareas del horario.

No sé exactamente cuánto tiempo pasó pero estimo habrán sido 10/15 minutos, se me acerca el hombre nuevamente para pedirme el teléfono, con la diferencia que esta vez no estaba dentro del laboratorio, me lo estaba pidiendo desde el otro lado de la puerta, y no me di cuenta. Sin pensarlo demasiado y casi como queriendo sacarmelo de encima para que no interrumpa lo que estaba haciendo, se lo di. No pasó mucho tiempo hasta que me di cuenta de lo que acababa de pasar, y si, me habían robado. Pero esto no era como cualquier robo, un punga manoteando en la calle, una mano oportuna en un momento de distracción… no, esto tenía un nivel de engaño y manipulación que para lo que valía el teléfono, no tenía ningún sentido para mí. En ese momento se me cruzaron mil cosas por la mente, y un desfile de emociones que no podía procesar. Ahí estaba yo, en un trabajo en el que no era feliz, donde encima ahora me sentía vulnerada, engañada, y  manipulada.

Me fui de viaje a la costa el fin de semana con mis amigas. Mi meta era olvidarme de lo que había pasado y conectarme conmigo. En esos días me permití fantasear con renunciar al trabajo, algo que cruzaba mi mente casi a diario pero que estaba tan teñido de voces autoritarias con frases como «no podés renunciar sin tener otra cosa», «todavía tenes deudas», «estás cómoda», «cómo vas a dejar este trabajo tan bueno?» … etc. Ni la lógica, ni la razón, ni las voces a las que les daba autoridad, estaban de acuerdo con que renuncie, sin embargo, fue exactamente lo que hice.

Llegó el día en que tenía que volver a trabajar y no me sentía bien. Mi cuerpo, y todos los cuerpos si prestamos atención, me dice cuando no quiere estar en un lugar, y estaba gritando. Me pedí licencia por enfermedad, y después de 3 días y no poder seguir estirándola, llamé a mi jefa y le dije «no voy a volver».

Siempre lo dije, renunciar a un trabajo nunca fue un gran desafío para mí, el correo, el telegrama, siempre dentro de mi zona de confort. Así y todo, tal vez por lo que aún no sabía que venía, esta vez se sintió diferente a otras. 

A partir de ahí mi vida empezó el giro de 180° que di cuando en 2019 nació lo que hoy es «La Bruja Holística», este espacio de terapias dedicadas a hacer sentir bien a los demás, básicamente. 

Todos tenemos un dolor. En mi caso fue el dolor de no pertenecer, de no sentirme parte… de ser la «oveja negra» que siempre está renunciando, que nunca encuentra un trabajo o carrera que le guste, que no termina lo que empieza y que toma decisiones radicales sin lógica ni raciocinio. Ese dolor se terminó cuando acepté que todo eso que me hace diferente, me hace única. Estaba frente a mi verdadera esencia y no lo veía, porque lo único que buscaba era encajar en un molde que claramente no estaba hecho para mí.

Llevate lo que quieras de este relato. Lo que te sirva, lo que te resuene. Más hay algo que no quiero pasar por alto: si tu dolor es no encajar, no intentes achicarte, acomodarte, acortarte al molde que ya existe. Acepta tu grandeza. Adueñate de lo que te hace diferente, y en vez de seguir buscando un molde donde quepas mejor, crea lo que no exista, ese es tu regalo al mundo.

FIN.